El Buenazo

Cuando murió, el Señor Buenazo tuvo que esperar a la puerta del cielo mientras los ángeles examinaban los archivos referidos a él.

Finalmente, el ángel encargado del registro le miró y exclamó:

- Esto es fabuloso, es realmente inaudito. ¡En toda tu vida no has cometido ni un solo pecado, ni el más pequeño...! ¿En qué categoría vamos a incluirte en el cielo? Por supuesto que no en la categoría de ángel, puesto que no eres un ángel. Tampoco podemos considerarte ser humano, porque no has tenido ni una sola debilidad. No hay más remedio que enviarte de nuevo a la Tierra durante un día, para que al menos puedas cometer un pecado... y regresar como ser humano.

Así fué como el Señor Buenazo, disgustado y completamente perplejo, se encontró de nuevo en una esquina de la ciudad, decidido a alejarse al menos un paso del sendero recto y estrecho.

Pasó una hora, dos, tres..., y allí seguía el Señor Buenazo, preguntándose qué demonios tendría que hacer. Por eso, cuando una mujer pasó por allí y le hizo un guiño, él reaccionó con inusitada rapidez. La mujer no era precisamente un dechado de juventud ni de belleza, pero significaba para él su pasaporte al cielo. De modo que se fue a pasar la noche con ella.

Cuando amaneció, el Señor Buenazo miró su reloj: debía darse prisa, pues no le quedaba mas que media hora. Estaba vistiéndose a todo correr cuando, de pronto, se le heló la sangre al escuchar cómo la buena señora le gritaba desde la cama:

- Oh, mi querido señor Buenazo, qué inmensa obra de caridad ha hecho usted conmigo esta noche...

Casi Milagros (Familia Futuro)